¿Quién no ha escuchado de las maravillas del mar de
los siete colores?
Seguramente “si se conociera en el mundo” sería la fantasía
de muchos turistas internacionales ¿Cómo no enamorarse de esas preciosas islas que integran el
Archipiélago?.
Durante una época dorada ya sobrepasada, ese encanto
estimuló a lo largo del tiempo el crecimiento desmedido de la población
dedicada actualmente, casi exclusivamente al turismo, a la construcción y lógicamente y en medida, al servicio de la visita desproporcionada de turistas. En especial San Andrés ha vivido oleadas
inmigratorias, las cuales han conformado la actual población sanandresana muy
variada y que ha sobredimensionado la cantidad de habitantes que puede soportar la
isla.
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Todos configuran la rica amalgama sociocultural de las islas. Sin embargo, la continua llegada masificada de personas sin control ha sido el detonador principal de la precariedad social y cultural que vive la sociedad isleña. La competencia por un puesto de trabajo de calidad se enfrenta a la denuncia de los empresarios de no encontrar personal adecuado para la gran demanda laboral, realidad por otro lado enfrentada con lo que sucede en el país.
La sombra del olvido gubernamental cayó sobre estos paraísos sumando un porqué al detrimento cultural de la isla. El nivel de formación académica y profesional por lo general es muy bajo creando una situación de ostracismo entre los más jóvenes a lo que hay que añadir el abandono de los cultivos y la pesca tradicional que durante muchos años fueron el principal generador de bienestar de las islas.
Ante esta cruda realidad se ha generado un escenario, donde la
sociedad sanandresana se encuentra actualmente en dificultades para emprender
vías de innovación que culminen con planes de formación actualizados a las nuevas
tecnologías que demanda la globalización del comercio en el mundo. En este desolador
panorama es normal que no surjan acuerdos que beneficien al total de la
población y no a un solo sector. Al contrario, lo que encontramos según
declaraciones de los pobladores y sectores activos, es un panorama donde el
egoísmo está a la orden del día, siendo el individualismo su bandera. El
beneficio personal prima por encima del bienestar de los demás, lo cual incluye
a los gobiernos de turno y ciertas instituciones cuyas decisiones parcializadas
tienen poco alcance en cuanto al beneficio de toda la comunidad. Para terminar de aderezar el enrarecido plato, a los problemas de mala utilización de las partidas presupuestarias, salud, deterioro medio ambiental, la exportada
lacra nacional de la corrupción, entre otros muchos tristes realidades de Colombia hechas tópicos, además, muerden la única mano que actualmente
les da de comer “El Turismo”, creciendo los hurtos a turistas y residentes hasta
convertir al paraíso de sus ancestros en otro Bronx de Colombia entre palmeras y playas.
Qué
decir para mayores males, que el crecimiento del narco y micro-tráfico y sus
dinámicas de violencia, ha calado en los más jóvenes ante la imposibilidad de
encontrar otra salida real de futuro que les ilusione.
Las condiciones laborales
Por otro lado, las limitantes que existen, en materia de trabajo moderno e integrado en las TIC para los
oriundos isleños, se le une en precariedad, las de aquellos que no han nacido en
las islas y no poseen la tarjeta expedida por la Oficina de Control,
Circulación y Residencia (OCCRE), realidad de la gran mayoría de los trabajadores de fuera, que obliga a
estos habitantes irregulares a optar por la informalidad laboral, de la cual se
beneficia de una u otra manera el deteriorado turismo y sus empresarios. Este
último, uno de los temas más delicados del archipiélago, dado que el fuerte de
las islas como actividad productiva, por olvido de sus dirigentes que perdieron el concepto histórico de sus ancestrales fuentes de ingresos para la
subsistencia y comercio local la agricultura y la pesca está despreciado, el turismo debería
estar mejor atendido y controlado, no sacrificando calidad por cantidad,
exponiendo tanto a turistas como al medio ambiente a condiciones deplorables
que termina por ahondar en la imagen global del archipiélago y en concreto
de San Andrés, sustituyendo al
viajero de antaño, consumista y de nivel, con el nuevo de bajo perfil,
mochilero de sándwich y botella de agua, y de escasas horas de estadía playera.
Hoy nos encontramos con una isla en medio de la
desintegración social por su individualismo (¡Sálvese el que pueda y como pueda!) con grandes riquezas culturales y
naturales que no han sabido ni podido
desarrollar en sus potencialidades al máximo, en gran parte, por la ausencia de
sinergias acordadas entre administración y realidad social, la absoluta falta de introducción competitiva de nuevos conocimientos tecnológicos que desarrollen nuevos modelos de negocio sobre todo online y en base a las TIC, falta de hacer visible el archipiélago al mundo hecho que permitiría seleccionar un turismo de élite, puestos de trabajo actualizados a los tiempos y formación profesional tecnológica que buscan los jóvenes, motivada por una anticuada y precaria formación para el trabajo proporcionada por falta de visión y gestión de sus responsables.
Esta situación de rápido deterioro social, hasta ahora imparable que
se vive en la isla, les incumbe a todos y todas, tanto a extranjeros,
nacionales, turistas, como a raizales y nativos no-raizales, haciendo especial énfasis
en el gobierno e instituciones nacionales, regionales y locales.
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Si se sigue trabajando individualmente lejanos a la
realidad tecnológica que demanda el mundo globalizado, las islas se convertirán
en un auténtico “Jurassic Park” para turistas de bajo presupuesto. Solo una renovación de conceptos,
actualización en la formación de los más jóvenes en profesiones telemáticas de
futuro que permitan, no solo dar a conocer el potencial de las desconocidas islas fuera de
nuestras fronteras, incluyendo las de sus no menos potenciales industria pesquera artesanal digna del visitante cultural internacional del más alto nivel y de la no menos importante industria agrícola en peligro de extinción, como les pasó a los diplodocus, podrá evitar
convertir a la dueña del mar de los siete colores en otra Atlántida.
Gracias por dedicar uno minutos de lectura. Nos vemos en el próximo reportaje y compártelo.
El profe
Laurentino Martín Villa
Periodismo de datos.