El descontrol de la mal llamada INDUSTRIA CINEMATOGRÁFICA COLOMBIANA.


Según redacción y opinión de Luís Lozano periodista de la revista en rodaje y al que me suscribo en su crítica, la ley de cine creada en el 2003 que venía a llenar el vacío que dejó Focine casi una década atrás, es una ley muy amplia que se puede manejar de muchas maneras.

Sin embargo, se ha estancado en unos principios básicos que no se han vuelto a cuestionar, estudiar o analizar. En este momento, donde existe una crisis inigualable por el lado económico y unas señales muy claras de que la situación en lugar de mejorar, se va a empeorar a unos niveles insospechados, los medios oficiales intentan justificarse con unos pequeños éxitos en festivales de cine fuera del país.

A la larga, el mejor premio para cualquier película y especialmente para una posible industria, es la masiva asistencia y apoyo de su público, como sucedió en el 2006 y 2007. Al no contar con este soporte fundamental, cualquier cinematografía se muere y deja de existir. Creer que unos premios insignificantes pueden generar un público entusiasta y fiel, es estar en el lugar equivocado...

Sin demeritar lo que se ha hecho en estos años con el dinero invertido, nos parece importante destacar varios problemas que en nuestra opinión están ayudando a poner en duda la escogencia de temas, la forma de seleccionar proyectos, la falta de continuidad en la exhibición/distribución, las demoras y evidente inexperiencia en la producción y otros factores que han sido en parte los causantes de la preocupante zozobra en la taquilla.

Primero que todo, el desastre económico del cine colombiano ya es ampliamente conocido por todos. Desde la exhibición de la desagradable y sangrienta Perro Come Perro, el cine colombiano ha sido básicamente un rosario de cintas que han ido cayendo una tras otra en el hueco negro de las estadísticas... con la notable excepción de In Fraganti de Dago García a finales del 2009.

La señal es supremamente clara e inconfundible: el público quiere ver otro tipo de cine. Además, el gran contraste con las gigantescas taquillas del cine de Hollywood lo reconfirman. El público está hasta la coronilla de sangre, angustia, dolor, violencia y pobreza, que de eso tienen bastante con la dosis diaria de los noticieros y la exaltación de la cultura narco, que le sigue llegando gratis a través de  la televisión nacional. Pero cuando de pagar se trata, el público prefiere algo diferente y eso lo vemos reflejado claramente en las estadísticas. ¿La industria cinematográfica colombiana o mejor, sus protagonistas están preparados para dárselo?

Pero este desastre sin lógica sigue en aumento, el esfuerzo que diferentes Ministerios de la Nación incluida la presidencia hace para buscar inversores extranjeros que inviertan en el rodaje de sus películas en Colombia, cae en el más escandaloso de los desastres. Hace escaso mes y medio aproximadamente, una comisión de diferentes organismos oficiales y semioficiales colombianos, hicieron una gira por Europa incluyendo España en su calendario. El cine era uno de los temas a mostrar. La delegación oficial colombiana hizo unos encuentros con una serie de  productores españoles que estaban preparando sus producciones para este año, entre los que se encontraban representantes y asociados de mi empresa. Su discurso principal se basó en que Colombia era un país donde se garantiza el nivel de sus cineastas y técnicos, así como las facilidades para poder rodar en el país y por encima de todo por supuesto, además de su indiscutible belleza, lo “ECONÓMICO”, punta de lanza para generar interés en las productoras españolas y europeas para invertir en Colombia.

Pues como es normal en el mundo de los negocios serios, nos pusimos ante la invitación de los delegados del gobierno manos a la obra. Y regrese a mi segunda casa (ya casi primera), Colombia, Bogotá, y me puse a preparar la producción. No es la primera vez que trabajo aquí, publicidad, documentales, etc., pero utilizo técnicos europeos principalmente y algunos compañeros colombianos, esta era la primera vez que utilizaría sobre la base lo expuesto en Madrid, casi toda la estructura planteada sería colombiana.

¡Horror! Cual sería mi sorpresa que cuando empecé a comparar números, resultó que no era más barato rodar en Colombia, ni siquiera igual, ¡No! ¡Es más caro! Tal fue mi escandalosa sorpresa que me baje de internet el convenio de cine español donde vienen los sueldos de los técnicos cinematográficos y se lo di a la gente que me estaba asesorando en Bogotá para demostrarles que no tenía sentido lo que me estaban ofreciendo. La contestación de algún sector fue en el caso de los técnicos, que trabajaban doce o trece horas al día y eso permitía acabar antes con la película. ¡Es decir que así ahorraban!

Horrorizado no daba crédito a lo que se me decía, primero eso no es cierto, segundo el tema de la esclavitud está abolido hace unos doscientos años, pues en cualquier país civilizado y más en una industria tan complicada y arriesgada como la cinematográfica, lo importante no es trabajar más horas al día con el cansancio que acumula y el stress, si no trabajar las ocho o nueve horas necesarias, completas, bien, con puntualidad y en profundidad. Hacerlo de otra forma es contraproducente y más si le añadimos al cine la palabra ARTE.

Segundo que aun así, no justificaba que los sueldos fueran hasta en algunos casos tres veces el de un técnico español. Y sin hacer de menos a nadie, ante la situación, preferiría traérmelo de España donde la industria cinematográfica incluso en plena crisis es… otra cosa, dejémoslo ahí. La realidad... lo de siempre, se escucha la palabra extranjero y todo el mundo se le dispara la codicia. Ni que los extranjeros ganasen dinero por ser tontos, y estuvieran esperando la oportunidad de venir a Colombia para que se les engañe. En fin, nada que no sepamos todos en este país.

Con respecto al alquiler de material de rodaje no nos quedamos muy atrás, ¡A precio internacional! y quitando un par de empresas que están al día limitado en oferta. Estas empresas, “las grandes”,  está claro que monopolizan el mercado y alguna de ellas obliga incluso a llevar a sus técnicos con sus equipos con sueldos también escalofriantes.

El tema de los hoteles para qué hablar. La oferta es carísima y si le unimos los costes de viaje por avión pues da la risa (por económico) plantearse venir aquí con un grupo de sesenta o setenta personas dos meses.

Por último, queda el paso de la aduana, donde ya por experiencia propia en otras producciones, o los funcionarios no se han leído la ley, o no quieren facilitar lo que los textos dicen claramente. Tengo pruebas en mi poder y cicatrices en mi intelecto de las vueltas que te hacen dar aun teniendo todos los papeles en regla. Bueno, tal es el descontrol por llamarlo así, y el dolor de cabeza que te crean, que hace unos años el propio Director de Comunicaciones de la vicepresidencia de Colombia tuvo que intervenir telefónicamente para que nos dejaran pasar material de trabajo que teníamos retenidos en bodega en espera de pagar aranceles cuando la ley de cine colombiana lo deja más que claro, este tipo de material está exento pues entra y sale del país una vez terminada la película.

Obviamente una vez reclamado por la vicepresidencia rápidamente se nos dio paso al material disculpándose por el error no sin antes pagar la semana de bodega que artificialmente nos habían obligado a... ¿Contratar?

Pues una vez más, seguramente, 1.300.000.000 de pesos que es el presupuesto que se tenía reservado para la parte del rodaje en Cartagena o lugar similar por decorados , irán destinados a otro país del entorno y no a mi querida y os aseguro que amada Colombia. ¡Con la falta que nos hace! Y ahora no le echemos la culpa solo al Gobierno.

¿Entonces? ¿Nadie en el ministerio de Cultura, ni en los entes de cinematografía ha hecho un seguimiento de lo que hacen las empresas colombianas con las producciones que vienen de fuera?
Desgraciadamente este retrato no ayuda a pasar página de una imagen lastimosamente proyectada de la antigua Colombia. Si Colombia es más cara díganselo a los responsables del comercio exterior para que no hagan el ridículo, y si no lo es, que es muy probable, investiguen a las roscas que rodean el cine para que no destrocen el trabajo hecho. ¿Cómo es eso de pedir ayudas económicas al Gobierno para facilitar que el cine extranjero venga a Colombia? Qué tal si se vigila y se regula que el que reciba ayudas tenga que cumplir con unos requisitos y tarifas. ¿Podemos estar ante otro gol al Ministerio basándose en la buena fe de los funcionarios?

Estoy seguro, pues son muchas las producciones que reposan sobre mi espalda, que los precios dados en algunas partidas corresponden a un sector muy determinado y no a la mayoría. Pero que este sector es el que domina y por lo tanto marca la diferencia.

Una vez más con una mano acariciando y con la otra, con el palo dando.

Señores ahí queda eso para aquel que le interese investigar. Pero desde luego con el nuevo intento de modificar la ley de cine, que ya es buena por sí, lo que pasa es que está pésimamente gestionada o utilizada, como quieran decirlo… no creo que se solucione nada sino se acompaña con otras medidas contundentes que implique claridad de gestión y tarifario.

¡Más quisiéramos tener esta ley en algún que otro país europeo!
De corazón y con humildad no creo que sin tocar temas como convenios laborales, tarifas, gremios, etc. Merezca la pena seguir llamando a la puerta de productores extranjeros para que vengan a rodar a nuestro país.


Aprendamos a llamar a las cosas por su nombre y rompamos las roscas e intereses baldíos que poco o nada deja de riqueza en el País y empecemos desde cero pero no solo de palabra, gastando saliva y sobre todo plata de los fondos públicos. ¡Hagamos las cosas bien de una vez!



Un productor extranjero de corazón colombiano
Tino Martín